Tres caídas, una historia: la pasión que se forja en la Arena Solís


Las pasiones que cada persona siente por sus gustos, comidas o deportes son las que, en gran medida, forman el carácter. Para muchos, la lucha libre ha trascendido su definición como deporte, convirtiéndose en un verdadero estilo de vida. Más allá de la incógnita que rodea a los luchadores y sus máscaras, más allá de las “tres caídas sin límite de tiempo”, la lucha libre es historia y tradición.
Es un reflejo cultural de un país tan rico como lo es México; un negocio y un fenómeno cultural que, con sus tintes artísticos, reinventa lo deportivo, simbolizando la eterna lucha entre el bien y el mal, el dolor y la alegría, tal como se vive en la emoción de su público.
La Arena Solís, ubicada en Lateral de la Recta 16695, Bello Horizonte en la ciudad de Puebla, nació gracias a la iniciativa del doctor Solís, quien contó que inicialmente no tenían la intención de crear un espacio luchístico.
Más bien, ya contaban con las instalaciones y un ring, y fue entonces cuando algunos de los profesores que los acompañaban en ese tiempo propusieron la idea de construir una pequeña arena.
“Vamos a poner unas lonitas, tenemos el ring, unas sillas, y con eso podríamos hacer funciones de lucha libre. Este lugar tiene potencial”, pensó el doctor. Así nació la Arena Solís. “En ese momento me dije: ‘Si vamos a hacerlo, hagámoslo en grande’”. Se mandó a construir la estructura, las gradas y todo lo necesario. Así fue como, el 28 de enero de 2023, comenzó la historia de la Arena Solís.
El recinto poblano se ha caracterizado por seguir una filosofía: promover el deporte local, tanto con estrellas como con miniestrellas y, ¿por qué no?, también con aquellos que se están dando a conocer a ras de lona, para que puedan enfrentarse a luchadores más experimentados y medir su talento con exponentes de otros estados más reconocidos.
Mientras empresas como el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) y Lucha Libre AAA han convertido el espectáculo en una industria de gran escala, con producciones televisivas, contratos exclusivos y luchadores convertidos en figuras mediáticas, los promotores independientes como los de la Arena Solís luchan desde la trinchera local por mantener viva la esencia del deporte.
A diferencia del negocio corporativo, donde imperan las marcas y los ratings, en arenas como la Solís se apuesta por la cercanía con el público, la formación de nuevos talentos y el valor de la lucha como expresión cultural. Son mundos distintos, pero complementarios: mientras unos dominan las pantallas, otros sostienen desde abajo la pasión auténtica que le da sentido a todo.
Como afirma el doctor Solís: “Aquí tenemos luchadores de gran calibre y profesionalismo.
Simplemente que, quizá, la gente aún no los reconoce. Al final, son luchadores de buena calidad; solo falta que más personas los volteen a ver. Pero ¿saben qué es lo más gratificante? Que cuando finalmente los miran, se quedan con esa satisfacción de haber presenciado la calidad luchística que tienen. Pueden dar un gran espectáculo, un gran combate.”
Uno de los pilares que se encuentra dentro de los encordados de la Arena Solís y que, al mismo tiempo, sigue escribiendo su historia es Charly Zaragoza, luchador poblano con una gran trayectoria en este recinto. Con la voz firme, pero cargada de emoción, recuerda lo que significa subir al ring frente a un público que, aunque más reducido que el de las grandes arenas, vibra con la misma intensidad: “Aquí no solo venimos a luchar, venimos a entregarnos. La gente que se sienta en estas gradas viene a vernos de cerca, a sentir cada golpe, cada llave, y eso no tiene precio”.
Mientras los grandes nombres del espectáculo siguen su curso, en este rincón de Puebla se forja, función tras función, una historia que merece ser contada y reconocida: la historia de quienes luchan dentro y fuera del ring para que la tradición siga viva.